En una silla esta sentado
EL SEÑORITO don agustín, la luz lo dibuja a él y a sus barberos,
RAMON Y JUAN, los deja en las sombras, solo sus manos se muestran
agiles y serviciales. sus voces salen de la oscuridad.
SRITO: ¿Y tú Ramón
piensas que con los arreglos que le has hecho a mi pelo me vea yo más
joven?
RAMON: Más joven de lo
que se ve el señorito imposible, su rostro es el de un infante,
pero con el corte moderno se verá más buen mozo todavía.
SRITO: Todo ayuda Ramón,
todo es ayuda cuando uno se va a desposar con tan delicada criatura
como la Lucillita.
JUAN: Si me permite el
Señorito felicitarle, la niña es un pan.
SRITO: Una joya más que
un pan, Juan. El pan está al alcance de cualquiera, las joyas solo
de unos pocos, como yo.
RAMON: Ella es la
premiada señorito, que usted parecía no querer sentar cabeza.
SRITO: Ver la muerte de
cerca enseña. Mientras me atendía el médico, pensaba yo en lo
mucho que la vida se llevaría sin haberme dado: una familia, unos
hijos, un hogar propio donde ser él.
JUAN: ¿Y cómo ha sido
el romance?
SRITO: El romance no se
acostumbra en mi familia, el hombre escoje en la plaza y compra en la
casa.
RAMON: Y a qué santo se
ha encomendado el señor en su matrimonio.
SRITO: A San Billetes,
que es el que más milagritos tiene y hace.
JUAN: La niña debe
entonces estar muy complacida, usted tan rico, tan inteligente, tan
sobrio, tan rodeado de gente que le estima y le quiere. Debe ser el
hombre de sus sueños.
SRITO: A los 13 años las
mujeres son más tontas que núnca, se enamoran de un cuerpo y no de
sus cualidades intelectuales.…
RAMON: No se preocupe Don
Agustín, usted tiene un cuerpo único y estoy seguro que a la hora
de cumplir hará a la Lucillita muy feliz.
JUAN: Claro que podría
ayudarse de la sabiduría popular.
SRITO: ¿Y cuál es esa?
JUAN: La de la Cuerva,
esa prepara unos filtros de amor que nadie ha podido decirse
malquerido.
SRITO: Venenos y drogas,
en eso se les va el dinero a ustedes.
RAMON: La Cuerva es la
mejor encantadora que hay por aquí, dicen que a Don Fermín...
SRITO: ¿El viejo de la
botica?
JUAN: Ese mismo.
RAMON: Le devolvió la
potencia, las ganas y no solo eso, hizo que la hija menor de la
Chupacera, de 15 años, cayera perdidamente enamorada de él, al
grado que fue la niña la que por su propio pie se metió en la casa
del viejo, sin que él la llamara siquiera.
JUAN: Y de allí en
adelante le cambió la cara a los dos, salían poco, pero cuando lo
hacían cargaban sonrisas tales que incitaban a fornicio.
SRITO: ¿De verdad?
RAMON: Nada más
cierto.
SRITO: Y dónde se consigue a esa Cuerva.
JUAN: En el Burdel,
¿dónde más?
SRITO: Pero yo no soy
afecto a esos lugares y ahora menos que nunca.
RAMON: Nosotros podríamos
ir y dejarle mensaje y cita con usted.
JUAN: Pero estoy seguro
que las muchachas estarían encantadas con el señorito.
SRITO: ¡Yo no voy a esos
lugares! Acaben ya y mañana vendré para ver a esa mujer.
sale a toda prisa.
RAMON: Entonces es cierto
eso de que el Santiago dejó al señorito como niña.
JUAN: Tantas jorobas y
bolas dios le dió que algunas le hubo que quitar.
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