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sábado, 19 de mayo de 2012

LILIT


LILIT

Durante el día, Lilit camina lento sobre los suelos de aguas secas, escondida dentro de un roble se dedica a rascar el interior del tronco con sus uñas largas. Junta el polvo de madera para maquillar su cara y la savia para sostener sus cabellos largos y crespos. Peina sus cejas cuidadosamente para crear un arco que semeje una luna creciente y embarra sus pestañas con aceite de semillas. Derrocha siglos dedicada a embellecerse para salir corriendo entre las noches, serpenteando entre las estrellas como si sus pies no tocaran el cielo.   También durante el día mantiene la mente en blanco y los ojos abiertos, mirándolo todo con gran cuidado. Como un ave de rapiña que olfatea en busca de huevos que devorar, clava la mirada en los vientres hinchados de las mujeres embarazadas. Le parecen tan atractivos como un huevo que se incubara sobre el agua; como en el tronco, desearía ser la criatura que se gesta en su interior para abrirse paso a la vida con araños. 
Por las noches asoma la cabeza por la ranura del roble para oler la cercanía de los avestruces y la igualdad de sus plumas. Saca un pie para sentir en la aridez de la tierra los pasos de los chacales que se muerden solos. Coloca la mitad del cuerpo fuera del roble para quedar medio cubierta por el  árbol, medio desnuda por el mundo, y dejar que los sueños manen de sus pechos como el pelícano mana sangre para sus crías. Desde su roble alimenta las horas de inconsciencia con fantasías inconcebibles. Acaricia a los durmientes con su lengua que como una serpiente tibia se arrastra por los huecos m s insospechados saboreando la sal que la mantiene encerrada en sus cuerpos. Sube, baja, succiona, aprieta, muerde, araña, lame y lame, y lame, y lame, hasta que erosiona las pieles; y entonces come la carne amada a pequeños pellizcos; y bebe los sudores que provoca a pequeñísimos sorbos que como un licor se evaporan en su lengua sin llegar a tocarle la garganta.
    Lilit agoniza de hambre, se seca de sed, se transforma  de ganas y puede ser alta o bajita, según le convenga, para empalmarse a su víctima. Se le pega como lapa haciéndole el amor entre respiros pausados y sábanas blancas. Se profana de sueños con sus ojos de cuervo y llora sin lágrimas el recuerdo de la niña a la que amó en Babilonia, el abandono del príncipe que la encerró en el fondo del mar Muerto, el olvido del literato que la convirtió en cuento y la melodía triste de la compositora que la encarceló tras las barras de su pentagrama.    Durante el día, Lilit camina lento sobre los suelos de aguas secas y rasca el interior del roble para resanar con madera sus ojeras.

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