Con el final de la edad media surgen los tiempos modernos, empezando por el renacimiento que tenía una búsqueda de conocimiento y racionalidad opuesta al oscurantismo de la edad media. El objetivo era reinstaurar la gloria del conocimiento griego, Platón, Aristóteles, Sócrates, todos los griegos se estudiaban a fondo y artistas como Leonardo Da Vinci, Rafael Sanzio y Miguel Ángel desarrollaban temas clásicos en sus trabajos.
A lo largo de toda la historia encontramos mujeres que tienen sexo con mujeres, la documentación comprueba que la intolerancia imperaba, aunque el sexo homosexual entre mujeres era mucho menos penado que el de los hombres, ya desde San Agustín los críticos sociales siempre definieron al sexo sáfico como una caricatura fallida del sexo heterosexual. El sexo sin pene y semen simplemente no es sexo, no se concreta el coito y por lo tanto son juegos eróticos que no llegan a nada. Para el renacimiento surgen mujeres claramente homosexuales como lo fue Benedetta Carlini, ahora llamada la monja lesbiana, pero en su época la palabra lesbiana no existía. Se nos seguía llamando tribadas; el tribas de los griegos pasa a ser tribadas.
Benedetta era una mística que a los 23 años comenzó a tener visiones de la virgen María con sus ángeles. Esto llamó la atención del Papado y para cuando cumplió los 30 fue nombrada Abadesa de su convento. Poco a poco las visiones se hicieron más eróticas y Benedetta se hace amante de Sor Bartolomea. Algunas fuentes agregan que como parte de sus obligaciones las monjas debían tener sexo varias veces a la semana. Benedetta continuó con las visiones pero ya no eran de la Virgen sino de hombres que querían matarla. Los inquisidores consideraron que había algo de demoniaco en las visiones de la Abadesa y la juzgaron. El tema sexual sale a relucir y se le condena a 35 años de reclusión. Una condena ligera para la gravedad de los cargos en la época. Benedetta y Bartolomea murieron con un año de diferencia.
siglos antes San Agustín había ordenado que las monjas no escribieran canciones de amor para unas y otras, mucho menos besarse o que tuvieran juegos eróticos para provocarse placer, eso eran costumbres indecentes que incurrían en el pecado mortal. Esto no cambió en el renacimiento, pero sí brota una curiosidad de los escolares por entender el acto sexual entre dos mujeres. De Benedetta se dice que “embestía con tal fuerza contra Bartolomea imitando al hombre en su acto sexual que con ello la corrompía”. También tenían claros los frotamientos, el sexo oral y creen que las tribadas tienen el clítoris tan grande que pueden penetrar a una mujer o también estaba el uso de juguetes sexuales con los que se pudiera emular la función del pene durante el coito. Vaya, informados estaban. Estos críticos vienen a ser los padres de la pornografía lésbica de nuestros días.
Curiosamente hasta nuestros días la idea de que el sexo sin pene no es sexo permanece. El sexo es única y exclusivamente del hombre como la parte activa, la parte pasiva (la mujer) recibía todo el placer de éste órgano. Lo curioso es que existen miles de mujeres que a pesar de contar con la colaboración de un pene no han sentido placer sexual en toda su vida aun cuando tuvieron media docena de hijos. El placer y la procreación no son lo mismo. No le queremos hacer mala fama al falo, en sí el órgano sexual masculino es un diseño fabuloso de la naturaleza, pero el clítoris no demerita en nada, al contrario, el clítoris puede llegar a orgasmos múltiples y el pene no.
Y esta es una màs de las razones por las que agradecer haber nacido Mujer ¡si, Sr. Gracias! ñ_ñ
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