Las lesbianas solemos hacer parejas que, duren lo que duren, son la prioridad en nuestra vida. Cuando encontramos a esa otra mujer cuya mirada se nos pierde en el escote. Cuando vemos el deseo en la otra es cuando la felicidad nos embriaga y somos capaces de todo por ella. Apostamos todo, damos todo y generalmente terminamos sin nada. Sin dinero, sin casa y sin pareja. Pero poco importa porque una y otra vez el amor nos embriaga y volvemos a crear familias y parejas nuevas. Y así vamos en el sube y baja de la vida, a veces arriba, a veces abajo, pero siempre felices de recibir a cupido en nuestras vidas. Tan felices somos que nos exponemos a todo tipo de insultos, maltratos, rechazos, vejaciones, humillaciones, discriminaciones y ofensas solo por ser lesbianas. Por ser lesbianas nos desheredan, nos corren de la casa, nos castigan, nos insultan y nos cuestionan nuestra preferencia todo el tiempo. Pero ser lesbiana te hace crecer pues el vínculo económico del que dependíamos -familia, maridos- se rompe y nos tenemos que salir a ganar la vida y a conseguir dónde vivir y a ser independientes. No hay mal que por bien no venga, seremos pobres o ricas, pero siempre independientes.
El amor es un juego que se juega entre dos -o más a según el gusto- y se juega a morir. Hoy les voy a proponer que vivan sus vidas intensamente, que no se sientan menos ante nadie, que somos mujeres capaces de salir adelante solas, que nos amamos intensamente y que si la sociedad nos ofrece solamente bares, drogas y vicio somos lo suficientemente fuertes para resistirlo y salir adelante en nuestros estudios, en nuestros trabajos, en nuestra vida familiar y en nuestra vida privada. Las felicito a todas por tener el valor de ser sinceras consigo mismas y asumir y abrazar su sexualidad hacia las mujeres. Vivan las mujeres. O sea todas Nosotras.
FOTO: Querubín, Lourdes Almeyda
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