Escuela de Señoritas por la libertad de decidir de todxs sobre sí mismxs.
Fabiola Díaz de León
¡Porque
es mi nombre! ¡Porque no puedo tener otro en mi vida! ¡Porque
miento y firmo mentiras! ¡Porque no valgo el polvo de los pies de
los que ahorcan! ¿Cómo puedo vivir sin mi nombre? Les he dado mi
alma; déjenme mi nombre!
“John
Proctor” “Las Brujas de Salem” de Arthur Miller 1953
Mucho antes de que empezara la lucha por los derechos civiles de las minorías sexuales y de identidad de género en 1969 en las revueltas de Stonewall en Nueva York, encabezadas por dos mujeres trans, Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, entre muchos otros. En pleno McCarhtysmo que perseguía a todos aquellos que comulgaran con ideologías comunistas surge como una alegoría “Las brujas de Salem” de la pluma de Arthur Miller quien era acusado de rojillo y presionado para develar los nombres de aquellas personas que habían celebrado reuniones para promover medidas izquierdistas en diferentes aspectos de la vida de los Estados Unidos en los 50s de manera clandestina pues estaba más que prohibido, castigado y penado. El mismo Miller fue recluido por desacato al Congreso por negarse a dar nombres que compartirían su suerte o peor.
El derecho a tener el nombre que queramos desde que sepamos cuál es, no importa a qué edad, es un derecho humano que se traduce legalmente en respetar la identidad jurídica de la persona. Niños, niñas y adolescentes son PERSONAS con derechos no importa lo menores de edad que sean.
Nuestro nombre nos define legalmente, todos nuestros documentos oficiales que vamos recolectando en la vida deben ser acordes con el nombre que aparezca en nuestra acta de nacimiento. Certificados de estudios, cartillas de vacunación, recetas médicas, recibos de facturación de compras y servicios, pasaportes, listas de ingreso a escuelas y listas de asistencias. Todo debe ser nombrado acorde a como nos han nombrado. Valga la redundancia.
Un niño o niña o adolescente menor de edad que se llama Federico porque nació y en el hospital dijeron que era niño y sus papás querían que se llamara como su abuelo o un poeta gay fusilado en la guerra civil por gay y revoltoso ante la falange de Francisco Franco. No importa el motivo por el que haya sido nombrado. Importa que sea feliz llamándose así. Pero si no lo es y él sabe que se llama Federica o Fernanda o Verónica o Jennifer ese infante tiene que vivir una farsa que le impone la sociedad porque su anhelo de llamarse así se va a manifestar toda su vida. Va a querer vestirse acorde a esa identidad y actuar también así. Esto es el infierno de una infancia trans. Y los padres y madres que se enfrentan ante estas EUFORIAS DE GENEROi donde su identidad de manifiesta con una fuerza imponente porque desafían todos los cánones con su naturaleza y que no saben si hacer caso y decirle así en privado o meterlo bajo la alfombra en público. El problema no es el infante, el problema es la sociedad. A esa persona se le esta imponiendo una personalidad jurídica que no quiere. Que cada documento va a ser un infierno.
La ley de infancias trans sólo solicita el cambio de acta de nacimiento para que cada miembro de estas infancias y adolescencias pueda vivir legalmente acorde a lo que se le pegue la gana. Si crece y de adulto se quiere llamar Ramona o Ricardo, puede volver a hacer el cambio que quiera. Las infancias no son sometidas a tratamientos hormonales ni mucho menos, las adolescencias pueden optar por modificar sus cuerpos a edades tempranas para facilitar su transición bajo una supervisión médica y psicológica.
Las infancias trans son las más vulnerables dentro de las vulnerables sólo por un papel del registro civil que cuesta menos de mil pesos modificar en la CDMX. Necesitan ser acogidas y acompañadas en un proceso de vida que la sociedad se empeña en convertir en infiernos y condenas de muerte prematuras. No podemos seguir debatiendo si une menor de edad tiene capacidad o derecho a decidir como quiere que se le diga. Es su vida, es su deseo, es su anhelo, llamarte como te quieras llamar, tener un nombre acorde con quien eres y quien vas a ser.
Es su nombre, ya les quitamos la dignidad a diario públicamente con ataque transfóbicos y con el transodio que existe como una peste en todos los círculos, ya les arañamos el alma y el espíritu al negarles el culto en casi todos los ministerios que existen mayoritariamente, ya les quitamos el ALMA, dejémosles su NOMBRE.
PD Usen el mismo ejemplo con una niña llamada Alejandra que quiere ser Alejandro. Que enfrentar el cambio de acta y el armonizar todos sus documentos en su edad adulta temprana es un infierno sobre el infierno que ya es ser una persona trans en México.
iTérmino acuñado por la Dra. Trans Daniela Muñoz Jiménez contrario a la DISFORIA DE GÉNERO que se usa para patologizar las condiciones trans por la sociedad y algunos profesionales de la sexología, psicología, psiquiatría y autoridades ajenos al individuo que vive un género trans con gozo y anhelo.
Mas claro...¡IMPOSIBLE!
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